Cuenta la leyenda que el Dueño del Monte es el alma en pena de un cazador a quien nada ni nadie detenía. Su único gusto era ir de cacería y matar a cuanto animal se le pusiera por delante.
Dicen que cuando este hombre murió, no encontró el perdón. Pero a ruego de San Francisco de Asís, Dios le permitió volver al mundo a pagar sus culpas. Por eso ahora defiende a los animales de la persecución de los hombres. También los protege asustando a los animales para que salgan huyendo cuando están apunto de ser alcanzados por las balas o las flechas.
Nuestros abuelos aconsejaban que cuando se iba de cacería, había que llevar un puñado de tabaco. Decían que el Dueño del Monte le gusta mucho mascar tabaco. Con eso se lograba distraerlo. Aún hoy en día algunos cazadores acostumbran dejar puñitos de tabaco al pie del tronco en los arboles, con la esperanza de que el Dueño del Monte se distraiga recogiéndolos mientras cazan sus presas. Pues dicen que de lo contrario la cacería puede ser un fracaso.
Un señor cuenta que una vez que andaba de cacería tuvo que dormir en el monte por que el dueño del monte lo perdió en los oscuros caminos de una cueva, fingiendo ser un venado que le arrebato su rifle. Al amanecer con gran asombro encontró el rifle con un nudo en el Cañón, como si estuviera hecho de soga en lugar
de hierro.
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